La pregunta: ¿cuál es el propósito de nuestra vida? es sin duda una de las inquietudes más frecuentes del hombre a través de los siglos y de todas las épocas. La necesidad de responder con verdad a la pregunta sobre nuestra existencia está inmersa en nuestra naturaleza. La contribución de Aristóteles al respecto es notable y permanece como referente fundamental para las actuales investigaciones sobre el bienestar humano.
Aristóteles fue el primero en plantear que el propósito de los seres humanos era uno y único para todos. Ese propósito es la “eudaimonía“.
Esta palabra que es difícil de deletrear, pronunciar y entender, será clave durante este viaje que iniciamos para comprender nuestro propósito en la vida. Etimológicamente, se compone de las palabras “eu” (bueno) y “daimon” (espíritu) y hace referencia al bienestar, que incluye tanto la felicidad, vista como placer sensorial, como la plenitud, entendida en su dimensión espiritual, que se satisface al alcanzar el máximo desarrollo de nuestras potencialidades y al trascender nuestro propio ser.
Abraham Maslow, (1908, Brooklyn, Nueva York). Es popularmente conocido por su teoría de la jerarquía de necesidades humanas, más conocida como la “Pirámide de Maslow”. La jerarquía, representada por la forma de una pirámide, sitúa a las necesidades humanas desde las más básicas a las más elevadas. La pirámide busca graficar uno de los descubrimientos más importantes del comportamiento humano: las personas invertimos nuestra energía en todo aquello que nos permita satisfacer nuestras necesidades. A esta energía o poder humano, la denomina “motivación”.
Para Maslow las necesidades humanas se clasifican de la siguiente manera: 1) fisiológicas; 2) de seguridad; 3) sociales o de pertenencia; 4) de autoestima; 5) de autorrealización; y 6) de trascendencia.
[En un comienzo postulaba que sólo cuando una necesidad estaba enteramente satisfecha, se podría acceder a la siguiente. Pero en sus últimos ensayos, revirtió esta teoría señalando que no tenía que estar completamente satisfecha para pasar a la jerarquía superior.
Durante gran parte de su carrera profesional, Maslow, postuló que la necesidad más elevada del ser humano era la autorrealización, entendida como la necesidad de las personas de perfeccionar al máximo sus capacidades, incrementando el uso de sus habilidades, fortalezas y potencial en general. No obstante, en la última etapa de su carrera, influenciado por la corriente de Viktor Frankl y otras experiencias de vida, agregó un nivel más elevado que la autorrealización: la trascendencia.
Neurólogo y psiquiatra austríaco, Viktor Frankl, fue sobreviviente del holocausto, durante la segunda guerra mundial. En su reconocido libro, “El hombre en busca de sentido”, cuenta de manera autobiográfica su experiencia en el campo de concentración en Auschwitz, tiempo en el cual fue sometido a trabajo extremo, tortura, hambre, separación de su familia y presenció infinitas muertes. Sin embargo, sobrevivió y él mismo se lo atribuye a la fuerza de su propósito.
Para Frankl, la diferencia entre aquellos prisioneros que lograron salir con vida y aquellos que no lo lograron, está íntimamente relacionada con el propósito. Las personas que tenían un objetivo superior al cual aferrarse que era fuente de sentido en sus vidas, tuvieron también la capacidad de resiliencia indispensable para soportar mayor tiempo que el resto. Aquellos que mantuvieron alguna ilusión de supervivencia en torno a un proyecto, a un quehacer, a un deseo, tuvieron mayores oportunidades de sobrevivir.
Para aquellos compañeros de desventura que no lograron aferrarse a un propósito, acuñó el término “vacío existencial” con el cual hace referencia a una crisis de sentido. La describe como un sentimiento desgarrador que hace que la vida no tenga ninguna razón de ser. Un lugar donde sólo hay sufrimiento y desconexión con el mundo exterior. Para Frankl, este vacío puede llenarse en la medida que logremos perfeccionar nuestros valores, para lo cual debemos estar conscientes del propósito de nuestras vidas.
Otra contribución fundamental y también más actual, que emerge con el cambio de milenio, ha venido de la mano del surgimiento de la psicología positiva. Importantes referentes como Martin Seligman, Carol Ryff, Mihaly Csikszentmihalyi y Tal Ben-Shahar, entre otros, han investigado y desarrollado contenidos muy valiosos en relación al propósito (principalmente enfocados en el tema del “sentido de la vida”), especialmente como uno de los pilares del bienestar humano.
Tanto Seligman como Ryff han incluido el “propósito” en sus teorías sobre el bienestar (desde una mirada del bienestar subjetivo) y el florecimiento humano, considerado como la forma óptima de vivir. El bienestar subjetivo consiste en la evaluación que la persona hace de su propia vida, tendiente a determinar cuan feliz uno cree que es.
Estos académicos, a través de distintos estudios, han logrado demostrar los beneficios de vivir una vida con propósito. En síntesis, estos se traducen en una vida más plena, con mejores indicadores de salud física y mental de las personas, así como en una mejor vejez y mayor longevidad.
La psicología positiva es una ciencia reconocida formalmente hace dos décadas. Tiene por objeto comprender y describir cómo podría cultivarse la felicidad y bienestar en general en las personas, lo cual la diferencia de la psicología cognitiva que se centra únicamente en las enfermedades de las personas.
En los últimos años, el aclamado comunicador y escritor inglés, Simon Sinek, ha logrado popularizar el concepto de propósito a través de sus charlas TED, videos en redes sociales y de sus fascinantes libros que se refieren al «por qué» de una persona o una empresa. Sus esfuerzos comunicacionales han sido extraordinariamente útiles para generar consciencia sobre el propósito entre un público más joven y masivo. Para Sinek, el «por qué» o propósito es «nuestra razón de ser o existir».
Una de sus más influyentes presentaciones ha sido aquella en la cual presenta el “Golden Circle” que tiene por objeto explicar las diferencias entre el “por qué”, el “cómo” y el “qué” de lo que hacemos, siendo el “por qué” la dimensión más importante y por la que Sinek nos enseña es la forma en que conectamos verdaderamente con los demás.
Sinek también logró explicar de manera extremadamente simple algo muy complejo de entender: la forma en que opera nuestro cerebro. Con una simple imagen y una breve explicación, logró demostrar que nuestra corteza frontal es la parte del cerebro que maneja la razón y el lenguaje, mientras que el cerebro límbico, controla nuestras emociones. Para Sinek, el cerebro límbico carece de lenguaje de allí nuestra dificultad de expresar lo que sentimos.
Esto es importante, ya que la filosofía del propósito que presentaremos en este ensayo busca justamente ayudarnos a lidiar con nuestra incapacidad de comprender y manejar nuestras emociones, al ponerle nombre a aquellas cosas que sentimos pero que no somos capaces de verbalizar.
Desde una perspectiva más espiritual, Eckhart Tolle, escritor alemán, conocido por sus libros como “El poder del Ahora” y “Un nuevo mundo, ahora: Un despertar al propósito de su vida” es a juicio de muchos, quien mejor describe las bondades espirituales de una vida con propósito.
Por otra parte, Deepak Chopra, reconocido líder mundial en el campo de la espiritualidad, eleva el propósito a una de las siete leyes espirituales del éxito que él denomina la «Ley del Dharma», vocablo sánscrito que significa «propósito en la vida».
Tanto Tolle como Chopra coinciden en la idea de que: Somos seres espirituales viviendo una experiencia física.
La dimensión espiritual tiene por objeto explicar el lado más místico del propósito. Desde este punto de vista, los seres vivos somos parte de un Todo superior, que une a todo lo que existe. Esta “consciencia universal”, fenómeno que se conoce también por otros nombres y que abordaremos más adelante, implica que vivimos en un universo fragmentado y el propósito es un camino para lograr la unión de nuestras almas con el Todo.
También han desarrollado un concepto de «ego», muy alejado de la idea central del psicoanálisis que lo entiende como la consciencia de sí mismo: para Tolle y Chopra, en cambio, el ego es una falsa imagen que construimos sobre nosotros mismos que nos permite defendernos ante las agresiones del mundo. Por otra parte, Tolle plantea, que el ego es esa construcción que hacemos justamente para evitar vivir el presente en toda su intensidad, negando el miedo y el dolor, y que nos lleva a mirar hacia lo que queremos lograr sin compenetrarnos con, ni mucho menos, disfrutar del presente.
Como veremos más adelante, el concepto de ego de Tolle y Chopra resulta relevante cuando iniciamos el proceso de autoconocimiento que nos permite descubrir nuestra auténtica identidad.
En Asia, los japoneses crearon su propia filosofía de propósito, conocida por el nombre “ikigai”, cuya traducción al español significa: La razón de ser o existir de una persona. Distintos autores han desarrollado este concepto para el mundo occidental, enfatizando que la filosofía del ikigai busca responder a preguntas existenciales tales como:
El ikigai tiene en un enfoque holístico de la vida, que busca un equilibrio entre lo físico, lo mental y lo espiritual. Para eso, ha considerado la importancia de las relaciones interpersonales, de la contribución a un mundo mejor, de la alimentación saludable, del ejercicio físico y del hacer aquellas cosas que amamos hacer.