Todo camino tiene un inicio, y el del propósito no es la excepción. Si bien no descarto que existan otras maneras, las formas más comunes para iniciarlo son cuando la vida nos golpea duramente (una enfermedad o la pérdida de un ser querido) o cuando activamente decidimos hacernos cargo de nuestra vida y diseñar la manera en que queremos vivir. A esta última la llamo “búsqueda activa” y es la más común, la más larga en su recorrido, pero también la menos dolorosa ya que no se inicia producto de un dolor sino de una necesidad espiritual.
La búsqueda activa aplica para quienes se deciden a tomar control sobre su vida y no descansar hasta llenar ese vacío que los aqueja.
Se empieza por observar, buscar y experimentar nuevas oportunidades y contextos que nos parezcan atractivos y que activen nuestra curiosidad. Este estilo es muy propio de las personas con iniciativa propia, extrovertidas, curiosas, abiertas a explorar nuevas experiencias y que se mueven por objetivos claros.
Se trata de un ejercicio gradual de ensayo y error, en el cual vamos explorando actividades, grupos de amigos, trabajos y, en general, cualquier tipo de experiencia novedosa. La solidaridad, generosidad, colaboración o altruismo son virtudes que nos pueden abrir puertas para encontrarnos con nuevas vivencias que nos permitan conocernos mejor y reconocer aquellas actividades y ámbitos que nos pueden llegar a interesar. Por ejemplo, ofrecerse como voluntario en algún proyecto social, participar en actividades comunitarias en el colegio, la universidad o el barrio, ayudar a un familiar o amigo en su negocio o emprendimiento, son todas situaciones que nos sirven para activar nuestra búsqueda. Los viajes también pueden ser una gran oportunidad para lograr una apertura de mente y conocimiento de nuevas formas de vivir y concebir la vida.
Este proceso nace desde adentro hacia afuera, de la propia necesidad y madurez interior. No puede darse de manera forzada ni ser impuesto a quienes están en otras etapas y momentos de sus vidas. Por lo mismo, este deseo de explorar debe surgir de nuestra intención más verdadera y requiere determinación. También es necesaria la convicción de querer vivir una vida con propósito, aunque tome tiempo, aunque fracasemos en algunos intentos y aunque nuestro entorno nos haga sentir que somos unos idealistas o nos quieran convencer de que el esfuerzo, simplemente, no vale la pena.
En esta búsqueda, es frecuente que comencemos a reevaluar nuestros vínculos (como amistades y relaciones íntimas), aquello que estudiamos o el trabajo que realizamos. También nos replanteamos nuestra relación con el dinero, el poder, la fama y todas aquellas formulaciones preconcebidas sobre lo que se supone debe entenderse por éxito.
Vivir experiencias
La forma de encontrar aquello que nos brinda sentido, que nos mueve desde lo más profundo, requiere de una exploración previa del mundo en que vivimos. Un recorrido de nuevas experiencias que nos vaya revelando aquello que amamos hacer, nuestras fortalezas, cómo podemos aportar al mundo, y los valores e ideales que defendemos.
La experiencia es una relación entre el sujeto y el mundo externo. Por lo mismo, no se centra en nosotros mismos, sino en nuestra percepción de la realidad. Implica un proceso de cambio o transformación. Después de una vivencia — sea buena, mala o regular — nunca volveremos a ser los mismos. Nos atrevemos a salir de nuestras cómodas certezas para aventurarnos en lo desconocido y novedoso. Para esto, es importante tener apertura a la experiencia, lo que supone una actitud abierta ante la vida y ante los acontecimientos que se presentan sin ninguna especie de prejuicio, y asumiendo la vivencia con tolerancia y sin cerrarla anticipadamente.
Atención: esta búsqueda no está reservada solo para aquellos que quieren cambiar el mundo. Las historias de búsqueda de propósito son, en su mayoría, de personas comunes y corrientes, como ustedes o yo; la única diferencia es que queremos hacernos cargo de nuestra vida, contribuir a algo más grande y replantearnos los cánones tradicionales del éxito.
La inspiración
Muchas veces esta búsqueda se inicia al observar a quienes admiramos, personas cuyas vidas desearíamos o que realizan una actividad que nos parece atractiva. Muchas veces ese examen de los demás, de aquellos que creemos que tienen una vida deseable o digna de imitar, nos invita a explorar en su misma dirección. También se puede dar el caso de que admiremos a personas que no conocemos directamente, pero cuya obra o actividad nos parece extraordinaria y nos hace sentir una consideración especial hacia ellas. Al admirar a alguien sentimos una mezcla de atracción y devoción, lo que nos lleva a reconocer valores y cualidades en otros que nos gustaría adoptar.
Durante los primeros ocho años de carrera tuve la oportunidad de trabajar con Ximena, una brillante abogada y con más de cuarenta años de experiencia en la profesión. Ella fue una inspiración para mí. Era la única mujer de la oficina que había logrado conciliar la excelencia profesional con su vida familiar. Nunca llegó a ser socia porque ella optó por no serlo, ya que tenía aptitudes de sobra para eso. En cambio, decidió trabajar una jornada más corta para poder pasar mayor tiempo con sus hijos.
Además de ser una excelente profesional era, sin duda, la persona más querida de la oficina. Nunca olvidaba un nombre ni un cumpleaños, y siempre tenía una palabra de aliento cuando veía que alguno de los jóvenes profesionales de la oficina tenía problemas. Ximena fue más que una inspiración, fue mi referente, mi pilar. Su ejemplo fue lo que me hizo perseverar en mi trabajo en los años de más intensa crianza de mis hijas, y me dio la valentía de pedir la disminución de mi jornada laboral. Ella me mostró que existían caminos diferentes a los que siguen todos los demás y, mejor aún, que cada uno se arma su propio camino.
Luego de esa etapa de mi vida, fue nuevamente una mujer quien inspiró mis próximos pasos. La primera vez que tuve el privilegio de participar en una actividad que organizaba la Comunidad Organizaciones Solidarias, me encontré con Alejandra, unas de las mujeres más extraordinarias que he conocido. Ella fue quien creó esta comunidad de fundaciones y corporaciones, y logró posicionarlas en el país como un actor relevante en la sociedad. Su convicción y profesionalismo, pero sobre todo la pasión con que comunica y contagia la conciencia social a su alrededor, me cautivaron por completo. Era tan auténtico lo que transmitía, que era impensable no sumarse a sus iniciativas.
Alejandra hizo revivir en mí todos los sueños de justicia y solidaridad de mi adolescencia. Me hizo volver a soñar y recordar qué es aquello que me generaba sentido. La idea de llegar a ser como ella me motivaba de una manera que ninguna abogada, jueza o política jamás estuvo cerca de hacerme sentir. Hice todo lo que estaba a mi alcance para conocer más de sus proyectos, incluso tuve la suerte de conocerla y compartir proyectos juntas con la aspiración de llegar a irradiar, algún día, la misma convicción y autenticidad que ella.
Y tu, te has puesto a pensar:
¿Estás buscando tu camino de propósito activamente o vas a esperar que algún dolor te haga despertar?
¿Estás buscando vivir nuevas experiencias?
¿Qué personas te inspiran?
Te invito a realizar el “Test de Inspiración”:
- ¿Has conocido a alguien del que puedas decir “yo quiero esa vida para mí”?
- ¿Tienes algún familiar al cual respetas y te gustaría seguir su ejemplo?
- ¿Existe alguna persona que hayas visto o escuchado y sientes que todo lo que dice te hace sentido?
- ¿A quién, de entre tus conocidos, asocias con tu ideal de éxito?
- ¿Por qué admiras a esa persona?
- ¿Qué es lo que te inspira de ella?
- ¿Crees que puedes fijarte un objetivo y metas que te conduzcan en una dirección similar a esa persona?