Blog N°9: Una filosofía de vida basada en el amor

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Joe Gardner, protagonista de la película Soul, de Pixar, es un profesor de música de mediana edad que de joven soñaba con convertirse en jazzista profesional. Por desgracia, Joe nunca se atrevió a perseguir sus sueños, y sus miedos lo llevaron a tener una vida apática y muy distinta a la que hubiese querido. En un momento de su vida, sufre un accidente que lo ubica entre la vida y la muerte. Durante ese limbo, Joe conoce y luego se convierte en el mentor de Veintidós (un alma que aún no nace a la vida), asumiendo la misión de ayudarlo a encontrar aquello que le faltaba para iniciar una vida humana: a lo que le llaman “chispa”. Una vez que Veintidós encontrase su chispa, tendría una razón para querer vivir y, en recompensa, Joe volvería a la Tierra a tiempo para convertirse en lo que siempre soñó: concertista de jazz.

Joe logra su cometido, por lo que logra al fin tocar en el concierto de jazz que tanta ilusión le había generado. Su performance en el escenario es gloriosa, y dentro del público lo aclaman sus amigos, familia y fanáticos del jazz. Pero una vez terminada la presentación, Joe le pregunta a Dorothea, su dupla y jazzista que tanto admira: “¿Qué pasa después de esto?”, expectante de que hubiese algo más, o como si su sueño hecho realidad no hubiese sido lo gratificante que él esperaba. Dorothea le contesta: “Volveremos mañana y haremos lo mismo que hoy. Así será el día siguiente, y el que viene después”.

Luego Dorothea se dirige a Joe, con mirada firme, y le cuenta la siguiente historia: “Había una vez un pez joven que, al encontrarse con un pez sabio, le comenta:

—Estoy buscando eso que llaman océano.

—¿El océano? Estás en él ahora —contesta el pez sabio.

—¿Esto? Esto es agua. ¡Yo quiero el océano! —responde sorprendido el pez joven.

En ese instante, Joe  se queda solo, mira al horizonte y siente que el tiempo se detiene.. En su mente empiezan a dar vueltas los mejores recuerdos de su vida, como si fuera un espectador revisando su propia biografía. Entonces y por primera vez entendió que lo que Veintidós estaba buscando y que había encontrado. La chispa o el propósito de la vida es mucho más que una pasión por algo. En su caso, era más que su pasión por el jazz.

Desde entonces Joe comprende que lo que nos hace verdaderamente felices es el amor por la vida, el amor por todo aquello que existe. El hacer todo con amor. En el trabajo, en las relaciones con los demás, en el disfrute de las cosas simples. En valorar la vida por el hecho de poder vivirla.

Este es el mensaje que transmite Pixar en Soul y que tan bien refleja algo tan difícil de describir: el propósito de la vida

Aquello que estábamos buscando afuera –esa chispa, pasión o vocación– no es finalmente lo que nos falta para sentirnos completos.  Es mucho más simple que eso. Y es lo esperanzador de la vida. Lo que todos buscamos cuando comenzamos a indagar en el propósito, es esa actividad o misión que creemos que si la encontramos y ejercemos con pasión, nos hará plenos. Algunos la tienen, como el caso de Joe, y entonces es importante poder vivirla. Pero no todos tenemos esa pasión por algo, y eso no impide que seamos plenamente felices. La pasión es un elemento del propósito, pero no es nuestro propósito.

La verdadera chispa, y que es común a todos los seres humanos, es nuestra capacidad de amar la vida.

 

¿Qué es el amor por la vida?

Amar es querer el bien de alguien, es encontrar la propia riqueza fuera de uno mismo. Es distinto al amor romántico, de ese que hablamos comúnmente.

Para mi, el amor es la fuerza más poderosa que existe en el universo. Se siente como una euforia dentro del pecho que ocupa todo el espacio donde antes había vacío. Por eso cuando hay amor, uno se siente completo. Es abundancia y plenitud. El opuesto de la carencia.

Erich Fromm señala que “el amor es un poder activo del hombre que atraviesa las barreras que separan al ser humano de sus semejantes y los une a los demás”. Para él el deseo de fusión interpersonal es el impulso más poderoso que existe entre los humanos. Constituye su pasión más fundamental, la fuerza que sostiene a la raza humana, al clan, a la familia y a la sociedad”. En el acto de amar y de entregarse, uno se encuentra a uno mismo y al otro, y descubre la verdadera naturaleza del hombre.

Cuando amamos, hay una entrega. Pero no una de carácter transaccional, en la que doy algo y recibo otra cosa a cambio. En el amor, el solo hecho de dar nos brinda goce. Es en el acto mismo que logramos experimentar la fuerza, riqueza y vitalidad de ser, y es esa experiencia de potencia desbordante lo que nos llena de dicha. Uno se siente pródigo, vivo y privilegiado.

El amor por la vida es aquel que va más allá de nuestro círculo cercano o circunstancias. Es ese que nos invita a salir del egoísmo y narcisismo del amor a uno mismo. Es sublime, universal y genuinamente desprendido. Como si fuese una forma de amor divino o espiritual. Es un amor que da entregándolo todo, no solo a los cercanos, sino también al extraño, al desconocido, incluso, al enemigo[1]. Los griegos llamaban “agápe” a ese tipo de amor.

Se trata de un amor altruista, a la humanidad, como si fuese una inclinación natural a amar al hombre y a la naturaleza. En alcance, es por lejos el que tiene mayor potencial, pues es infinito.

 

Si hay un mensaje que les quiero transmitir después de contarles todo es:

 

Persigue el amor, y encontrarás la felicidad.

Persigue la felicidad, y vivirás tu propósito.

Encontrarse con esta forma de amor, es lo que le permite a uno dejar de pensarse como centro del universo. Nos da la posibilidad de desafiar cada día nuestro ego, y de elegir valores trascendentales por sobre los individualistas, aunque este camino requiera siempre más esfuerzo. El ego no sabe amar, o solo se ama a sí mismo. Por eso lo quiere todo para sí, y aun así no se satisface con nada. Pero el amor a la vida es el antídoto para esa tiranía, pues es un amor liberado del ego y que nos libera de él. Es el amor que debe nutrir todo otro tipo de amor.

Esta forma de amor nos permite avanzar mucho más allá de lo que creemos posible. Nos convierte en guerreros, preparados para superar las adversidades y dispuestos a asumir los costos que estas impliquen. Esta fortaleza encuentra poca resistencia, porque transforma el deber en querer. Y cuando uno ama, ya no hace las cosas por obligación, sino por entrega. Porque el amor es el opuesto al deber. Por eso, si amo la naturaleza, la cuidaré; si amo mi trabajo, lo haré con placer; si amo a mis hijos, me alegraré al verlos formar su propia familia; si aprecio a mis amigos, siempre estaré para darles una mano; si amo a mi país, lucharé para que la vida en común sea la mejor posible; y si amo la vida, agradeceré cada día por estar vivo.

Como dice Kant, “lo que se hace por obligación, no se hace por amor”, y por eso, para Fromm, “la máxima del deber es actuar como si amaras”.

Quien elige seguir el camino de propósito, lo hace porque ha elegido amar. Y el amor, al igual que el propósito, no es algo que se alcance en algún momento, se trata de un recorrido que nunca termina y que siempre puede ser más rico e intenso.

Cuando partimos hablando de propósito -en el primer post de esta serie “Apropósito del propósito”- siempre comenzamos buscando afuera, en lo que hacemos, en nuestras pasiones, al igual que Joe con su Jazz. Pero en realidad el propósito es mucho más que eso, está adentro de nosotros, es una luz, un potencial que todos tenemos dentro y que nunca se termina de descubrir por completo. Por eso el nombre de mi libro es: EL PROPÓSITO NO ERA LO QUE YO CREÍA, PERO EN EL CAMINO DESCUBRÍ MUCHO MÁS. Si les ha gustado esta serie de posts sobre el propósito es muy probable que este libro les haga mucho sentido y les ayuda a responder algunas de las preguntas que se han estado haciendo hace un tiempo.